lunes, 9 de diciembre de 2013

Afrodita de Cnido, el dulce placer ( y 4)

Afrodita Belvedere, Museos Vaticanos
Para Corso es la copia más próxima al original de
la Afrodita de Cnido, de Praxíteles
La obra original de Praxíteles, por desgracia, no ha llegado hasta nosotros. En época romana, el emperador Teodosio la trasladó a Constantinopla, y allí se perdió unos siglos más tarde, en un incendio ocurrido durante la revolución de Niká (532), la misma que hizo tambalear en su trono al emperador bizantino Justiniano. Así que lo que hoy tenemos en algunos museos son copias romanas, y es sabido que estos no siempre fueron escrupulosos en la fidelidad al modelo original, y muchas veces los reinterpretaban para adaptarlos al gusto de los clientes. Por no hablar de la técnica, a veces algo burda, ofreciendo en no pocas ocasiones tan sólo un pálido reflejo de la imagen que reproducían. Esto es lo que hace decir a Clark, acerca de la copia de la Afrodita Colonna que,
"aunque las líneas principales de la postura son convincentes, tiene una cabeza que no le corresponde, ajustada a un cuello estúpido, y su modelado está tan falto de sensibilidad como la más vulgar estatua de jardín. Esto resulta particularmente fatal para una estatua de Praxíteles, quien, como hemos visto, experimentaba un placer casi mórbido en la delicadeza de la textura"

El interés por la Afrodita de Cnido existió desde el mismo instante de su creación por Praxíteles, y no hizo sino aumentar con el paso del tiempo. A finales del período helenístico el interés se había convertido en fascinación, como ponen de manifiesto tanto el elevado número de epigramas dedicados a exaltar la belleza de la obra, como lo popular que se hizo la historia de amor de Praxíteles y Friné, difundida a través de numerosos textos de la época. Aunque, sin lugar a dudas, la prueba más evidente de su popularidad la encontramos en el elevadísimo número de copias que se hacen de ella a lo largo de todo el Mediterráneo, que vienen a demostrar que la Afrodita de Cnido fue, con toda probabilidad, la creación artística más copiada y reproducida del mundo clásico.

Venus Capitolina (s. II-I aC). Mus. Capitolinos, Roma
Copia helenística de un original del 300 aC  aprox.
Este tipo es conocido como Afrodita púdica
 
La primera monografía en profundidad sobre la Afrodita de Cnido, la escribió Christian Blinkenberg en 1933. Uno de los propósitos de su estudio era determinar cuál de todas las copias (más de trescientas), era la más fiel al original. Después de un análisis exhaustivo, llegó a la conclusión que las reproducciones derivan de dos modelos, la llamada Afrodita Belvedere, y de otra conocida como Afrodita Colonna, ambas en los fondos de los Museos Vaticanos desde hace siglos, ya que la primera llegó allí en 1536 y la segunda algo más tarde, en 1781. Blinkenberg concluyó que esta última es una reproducción del original de Praxíteles, y que atendiendo a cuestiones técnicas y de estilo, la Afrodita Belvedere debió ser una adaptación de una obra helenística posterior. Durante muchos años, y todavía hoy, sus conclusiones han sido aceptadas por buena parte de la historiografía, entre ellos Clark, que afirma que se ve claramente que la Afrodita Belvedere es copia de un bronce y que se encuentra bastante lejos del original praxiteliano. Más recientemente, sin embargo, Corso ha venido a afirmar justamente lo contrario, que es la Afrodita Belvedere, por su parecido con las reproducciones que conocemos a través de monedas griegas de la época, la que debe considerarse como una creación auténtica de Praxíteles, mientras que la Afrodita Colonna en su opinión es una reinterpretación tardía de la misma iconografía.

Pero la contribución de la Afrodita de Cnido a la escultura no se limita tan sólo a su reproducción o copia, sino que va más allá, inspirando a su vez numerosas variantes, que la representan en mayor o menor grado de desnudez; en diferentes posturas: de pie, arrodillada, agachándose o girándose; y también en diferentes actitudes, en su aseo, mirándose en el espejo, escurriéndose el pelo al salir del baño o del mar. Todas estas versiones de Afrodita, han sido inspiradoras del arte occidental, de ahí que la importancia de la obra de Praxíteles no radica tanto en que sea  o no sea el primer desnudo del arte griego, sino  en el lugar central que ocupa en la tradición del desnudo en el arte occidental.

Venus de Médicis. Copia helenística (s. I aC)
Galería Uffizzi, Florencia
Entre las versiones más exitosas de la Afrodita desnuda, está el tipo conocido como Afrodita púdica, llamada así por la posición de sus brazos, que envuelven literalmente el cuerpo desnudo, tapando sus pechos con el brazo derecho y el pubis con la mano izquierda. El original de esta versión pudo surgir hacia el 300 aC, y a él pertenecen obras tan celebradas como la Venus de Médicis (Galería Uffizzi, Florencia) y la Venus Capitolina (Museos Capitolinos, Roma).

Junto a ellas pueden situarse también otras variantes de la diosa desnuda, como la Venus del Esquilino (Museos Capitolinos, Roma), que aparece representada ordenando su cabello y mostrando la juventud y lozanía de su cuerpo. Sin embargo, para Clark, este modelo es anterior a la propia Afrodita de Cnido, ya que procede de una escultura en bronce del siglo V aC de una joven desnuda, quizá una sacerdotisa de Isis, atándose el pelo, y cuyo desconocido autor debe considerarse como el creador del desnudo femenino.

Una de las variantes más originales es la de Afrodita agachándose, componiendo un atrevido escorzo, un tipo conocido como Afrodita Doidalsas, ya que, otra vez Plinio el Viejo, le atribuye su creación a un casi desconocido escultor llamado Doidalsas de Bitinia, que vivió a mediados del siglo III aC, y se movía en los círculos helenísticos de la escuela de Lisipo. No obstante, el mismo motivo aparece antes, en un ánfora del siglo IV aC, decorada por un pintor llamado Kamiros cuyas figuras parecen estar inspiradas en la escultura de Scopas. Este tipo de Afrodita también fue muy popular, y se conservan bastantes ejemplares, igual que las representaciones de Afrodita desatándose la sandalia.

Afrodita de Milo  (h. 100 aC). Atribuida a
ALEJANDRO DE ANTIOQUÍA.
Museo del Louvre, París
Entre las figuras semidesnudas de Afrodita, ocupan un lugar de honor la Afrodita de Capua, cuyo original se atribuye a Lisipo, y que influyó decisivamente, con la de Cnidos en una de las obras más famosas de la escultura helenística, la Afrodita de Milo (h. 130 - 100 aC), cuyo autor pudo ser Alejandro de Antioquía. La diosa, luce todo su esplendor en el Museo del Louvre y ante ella, como decía Otero Pedrayo, nunca faltan extáticos admiradores. La figura está desprovista de los brazos. Con el derecho, presumiblemente, trataría de sostener la túnica, que ha caído hasta enrollarse en la cintura, pero dejando al descubierto el hermoso busto de la diosa; con el izquierdo, quizá sostuviera la célebre manzana de la discordia que le entregó Paris en el conocido episodio. Sobre ella escribe Clark, que es "uno de los más espléndidos ideales físicos de la humanidad, y la más noble refutación del tópico de la crítica contemporánea de que una obra de arte debe expresar su propia época".

En este grupo hay que incluir también la Afrodita de Arlés (finales del s. I dC), derivada de una obra de juventud de Praxíteles, la Afrodita de Tespias, que precede a la de Cnido y cuyo rostro, como dijimos, puede ser el de Friné. Una vez más, Clark se lamenta de la pérdida del original, ya que la copia no ha permitido "que llegase hasta nosotros ni un leve temblor del sentimiento original del artista, y si la hubieran colocado en la escalera de un hotel pasado de moda no nos habríamos dignado mirarla por segunda vez", escribe. Buena culpa de ello hay que achacárselo al escultor francés Girardon, que en tiempos de Luis XIV, procedió a su restauración, y le añadió los brazos, modificó el ángulo de la cabeza y pulió todo el cuerpo, porque al rey le molestaba la visión de las costillas y los músculos.


Afrodita Calipigia, copia romana de un original
 helenístico. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles
Por último, hay un tercer tipo de Afroditas que, como dice Elvira, basan su erotismo en el arte de desnudarse. Nos referimos a la denominada Afrodita Calipigia (en griego antiguo 'Αφροδíτη Καλλíπυγοσ), o más popularmente, Afrodita de las bellas nalgas, que es como se conoce a una serie de esculturas que muestran a una figura que, como si estuviera bailando, levanta sus vestidos por detrás al tiempo que se gira y mira sobre su espalda las nalgas descubiertas, como si quisiera comprobar por ella misma la belleza de su anatomía. Ateneo de Náucratis, explica cómo se desarrolló en Siracusa el culto a Afrodita Calipigia después que las dos hijas de un campesino discutieran sobre cuál de ellas tenía las nalgas más hermosas. Para solucionar la disputa preguntaron a un joven que casualmente pasaba por allí, y que cayó enamorado de la mayor de las hermanas. Cuando contó el suceso a su hermano, éste sintió curiosidad por conocer a las jóvenes y se enamoró a su vez de la otra hermana. Los cuatro jóvenes contrajeron matrimonio y con el tiempo las esposas levantaron un templo en honor a Afrodita, a la que llamaron la de las hermosas nalgas (kallypigos).

Como hemos podido comprobar, nadie quedó indiferente a lo largo de los siglos ante la Afrodita de Cnido, y su capacidad para sugerir todo aquello que Hesíodo decía que adornaba a la diosa: las sonrisas, los engaños, el dulce placer, el amor, la dulzura. Su belleza deslumbrante hizo posible la creación de algunas de las obras más hermosas de la Antigüedad, tal como recoge Clark al decir que, "quizá ninguna religión haya vuelto a incorporar la pasión física de forma tan serena, tan dulce y tan natural, de modo que todo aquel que la contemplaba sentía que los instintos que compartía con las bestias los compartía también con los dioses. Fue un triunfo de la belleza".


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