jueves, 15 de mayo de 2014

JOACHIM WTEWAEL. "Marte y Venus sorprendidos por Vulcano"

JOACHIM WTEWAEL, Marte y Venus sorprendidos por
Vulcano
(1601).  Pintura sobre cobre, 21 x 15,5 cm
Mauritshuis, La Haya
Joachim Wtewael (1566-1638), fue un pintor holandés que se movió dentro del manierismo. Su padre, pintor de vidrios, fue su primer maestro. Luego pasó al taller de Joss de Boer y de ahí marchó a Italia, donde estuvo al servicio de Carlos de Bourgneuf de Cucé, obispo de Saint-Malo. Allí permaneció dos años, de 1588 a 1590, viviendo en Padua, lo que le permitió familiarizarse con la pintura veneciana y la obra de Correggio y Jacopo Zucchi. Tras su paso por Italia, marchó a Francia con su señor, donde estuvo otros dos años, tras los cuales regresó a Utrecht, donde nació y desarrolló la mayor parte de su obra.

La historia que nos cuenta en esta deliciosa miniatura sobre cobre es muy conocida y la relatan, entre otros, Homero en la Odisea y Ovidio en las Metamorfosis.

Venus, diosa del amor, estaba casada con Vulcano, el más feo y deforme de los dioses olímpicos. Tuvo varios amantes, entre ellos Marte, dios de la guerra. Apolo, el dios del sol y el arte, que aparece sobrevolando la escena con un manto, descubrió el adulterio y le faltó tiempo para ir a contárselo a Vulcano. El dios herrero ideó entonces una estratagema para sorprender a los amantes y tomarse su venganza. Forjó una red de bronce, tan fino como una telaraña, y lo colgó sobre la cama de Venus.

Wtewael muestra la escena de una manera explícita, sin ambiguedades de ningún tipo. Al pie de la cama, amontonados en desorden, se acumulan la armadura y las armas del dios de la guerra. Junto a ellas también se ven unas zapatillas de color rosa, que parece ser la única prenda reconocible de la diosa. Apolo y Venus yacen desnudos en el lecho con sus cuerpos entrelazados del uno sobre la otra, sorprendidos in fragante delicto. En ese momento Mercurio, reconocible por el caduceo y el sombrero rojo, levanta el cortinaje verde que oculta a la pareja, al tiempo que Vulcano, de espaldas a nosotros, con un vigoroso movimiento retira la red permitiendo a los dioses contemplar lo que creía un bochornoso espectáculo, aunque no parece que fuera ese el efecto que causa sobre ellos, que más que escandalizados se muestran divertidos. Júpiter se acerca a la izquierda de Mercurio llevado por su águila y asiendo uno de aquellos relámpagos que arrojaba en sus ataques de ira; tras él vemos a Minerva, representada con casco y que representa la sabiduría; también se muestra a Saturno, dios del tiempo, con su guadaña, sentado al lado de Diana, que representa la virginidad, por eso luce sobre su frente la media luna, símbolo de la castidad; al fondo, en la esquina superior izquierda una diosa envuelta en los rayos del sol, quizá Eos, la aurora, toca un instrumento musical parecido a una viola o un violín. Quizá con la presencia y la actitud de las diosas el pintor ironiza sobre el relato de Homero, que cuenta que las diosas evitaron la vergonzosa escena, lo que dista enormemente de lo que aquí vemos. Por último, sobre la cama revuelta, Cupido dirige sus flechas hacia Mercurio pero, ¿con qué intención? Homero nos cuenta que también Mercurio deseaba poseer a Venus, así pues, quizá con ese gesto el pintor quisiera convertir ese deseo en realidad o, por el contrario, se tratase de un último y desesperado intento por evitar que Mercurio desvelase la intimidad de la escena.

JOACHIM WTEWAEL, Marte y Venus sorprendidos por
 Vulcano
(h. 1608-10). 20 x 15,5 cm
Getty Center, Los Ángeles
De este mismo cuadro pintó Wtewael otras tres versiones, aunque quizá la de La Haya sea la mejor de todas. En la del Getty Center, por ejemplo, las figuras se disponen de modo diferente y pierden algo de la artificiosidad de la primera versión, lo que les resta algo de encanto, pero muestran de una manera aún más evidente la actitud hilarante y divertida de dioses y diosas ante el suceso.

Realmente es admirable cómo Wtewael es capaz de concebir en un espacio tan reducido una escena tan compleja, con todo tipo de detalles plasmados con minuciosidad y representar todo tipo de elegantes y complicadas posturas físicas, con una acusada teatralidad, un rasgo puramente manierista. También lo son la suavidad de la pintura y la riqueza cromática, utilizando con gran maestría los cólores ácidos, con gran predilección por los rojos, amarillos, verdes y ocres, todos ellos de gran intensidad.

El uso del cobre, que se extendió a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se prestaba muy bien a esa minuciosidad de la que hace gala Wtewael en estas obras, al permitir mayor sutileza en las gradaciones de los tonos y mayor intensidad de color que el lienzo, debido a su superficie dura y pulimentada.

En los tiempos de Wtewael, este tipo de historias solían esconder un mensaje moralizante. En este caso, vemos un ejemplo de la fascinación holandesa por la conducta humana desordenada. El descubrimiento de la relación adúltera podía simbolizar el ojo de Dios, que lo ve todo, y el castigo del pecado, por más que pueda parecer oculto. A pesar de ello, es innegable -y  ahí creo que radica sobre todo la gracia y la belleza de esta pequeña obra-, que Wtewael convierte la escena bochornosa en un relato alegre y divertido, en erotismo cómico, que anticipa el humor desenfadado que va a estar tan presente a finales del siglo XVII.


BIBLIOGRAFÍA:
  • DE RYNCK, P. (2005): Cómo leer la pintura. Entender y disfrutar los grandes maestros, de Duccioa Goya. Barcelona, Ed.Electa
  • FREDERICKSEN, B. B. (1988). Masterpieces of Painting in the J. Paul Getty Museum. Malibu (CA), The J. Paul Getty Museum.
  • LOWENTHAL, A. W. (1995): Joachim Wtewael. Mars and Venus surprised by Vulcan. Malibu (CA), Getty Museum Studies on Art

martes, 6 de mayo de 2014

Revista Atticus 25



Con esta carta a los lectores que abre el número 25 de Revista Atticus, Luis José Cuadrado nos recuerda la trayectoria de la revista en estos cinco años transcurridos desde su aparición y nos abre las claves de lo que vamos a encontrar en este nuevo número.

Estamos de enhorabuena. Un día 9 de mayo decidimos apostar por hacernos visibles. Fue el 9 de mayo de 2009 cuando nuestro webmaster, Rubén García Gamarra, nos facilitó la plataforma para ir colgando allí nuestros «boletines». Así es como llamábamos a esos primeros números. Tiempo después José Miguel Travieso desarrolló nuestra primera portada que coincidía con el número 5 de Revista Atticus. Han pasado cinco años. Tienes ante ti, querido lector, el número 25 de Revista Atticus. Un número especial, un número denso, lleno de contenido de lo más variado que conjuga artículos de nuevos colaboradores con trabajos de amigos Atticus ya consagrados como fructíferos reporteros. Entre los primeros destacan la aportación sobre un edificio religioso: el monasterio de San Salvador Leire. Es un trabajo de María Orduña Cuevas a quien damos la bienvenida y esperamos contar con ella para próximos números. Quiero llamar la atención sobre la ilustración de otra nueva incorporación. Sobre un relato de Ángel Comas, Francesc Martín ha realizado un bello retrato. Solo con contemplar esos ojos ya merece la pena echar un vistazo a nuestra revista. Es un auténtico flechazo a primera vista. Y entre los segundos, entre los colaboradores habituales, destacar la labor que hacen en defensa de difundir la cultura José Miguel Travieso y Gonzalo Durán López. Y no podemos olvidarnos de todos y cada uno de los que han participado en este proyecto. Nos llevaría muchas líneas renombrar los casi 100 personas que han publicado trabajos en Revista Atticus. A todos ellos nuestro más sincero agradecimiento. Somos grandes gracias a cada una de sus aportaciones. Sin ellos no seríamos lo que somos: una publicación de referencia.

No podemos olvidarnos de dos personas que apoyaron de forma incondicional Revista Atticus desde sus comienzos: Juan Diego Caballero Oliver y Luis Laforga. Siempre les estaremos eternamente agradecidos. Su prematura muerte nos dejó huérfanos. Y otra persona más que nos dejó hace apenas un mes. Permitirme que tenga un emotivo recuerdo para mi madre. A ella va dedicada este bello ejemplar.

Al final del año tenemos previsto salir al mercado con otro número impreso. Será el Cinco. Lo tenemos muy
adelantado y os garantizo que responderá a las expectativas que estamos despertando tras esta corta andadura.Somos una publicación consolidada. Sacar una publicación como esta no es nada fácil. No contamos con ningún tipo de subvención. Solo con la ayuda de nuestros patrocinadores (a los que estaremos eternamente agradecidos por su incondicional apoyo) y con el aliento de nuestros queridos lectores y esa nueva categoría que está sacando a la luz el libro electrónico, nuestros queridos «compradores». Porque sí, leer podemos leer mucho. Y hasta tener nuestros dispositivos llenos de libros (y revistas electrónicas), pero si no hay compradores, no hay ediciones. 

A pesar de lo que acabo de decir, tras estos cinco años, hemos publicado nuestro primer libro. La fiesta de las palabras ha visto la luz a lo largo de estas semanas y espero (esperamos todo el equipo) que tenga un largo recorrido. Tenemos cuerda para otros cinco años. Esperamos contar con ustedes queridos lectores. Les invito a que se sumen a esa fiesta de la palabra y apoyen nuestra publicación difundiendo la misma. Disfruten de la lectura.

Luis José Cuadrado Gutiérrez
Editor de Revista Atticus

Para descargar la revista no tenéis más que pinchar aquí, y a disfrutar.
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