lunes, 16 de febrero de 2009

Retratos flamencos del siglo XV

ROBERT CAMPIN. Retrato de mujer (1430) National Gallery, Londres


Una de las grandes novedades artísticas que nos encontramos en la pintura del siglo XV, es la recuperación del retrato, un género olvidado durante la Edad Media. Ese fenómeno tiene lugar en Flandes, entonces vinculado al importante Ducado de Borgoña, con mucha más evidencia que en la propia Italia. Ese auge del retrato hay que relacionarlo con la búsqueda de la representación de la naturaleza perceptible a través de los sentidos, es decir, el realismo, y también con la preocupación por el hombre, el humanismo. "En estos cuadros vemos las primeras personas que se parecen a nosotros, aunque los rostros de nuestros contemporáneos difícilmente posean ese grado de concentración, de interioridad intensa que parecen compartir nuestros antepasados lejanos" (Tzvetan Todorov, Elogio del individuo. Ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento).

El pionero de esta revolución artística es Robert Campin, pintor al que todavía algunos historiadores del arte prefieren identificar como el anónimo Maestro de Flémalle. A diferencia de lo que venía siendo usual, Campin tomará como modelos no sólo a reyes y príncipes, sino a nobles de rango inferior o burgueses, como Robert Masmines, uno de sus mejores retratos. Campin nos muestra con un realismo crudo, sin concesiones al idealismo ni a los cánones de belleza habituales de la época, el rostro de un hombre de aspecto tosco y rudo, donde reproduce con minuciosidad y detallismo las arrugas, papada, ojeras y una barba oscura que asoma entre la piel blanquecina.




ROBERT CAMPIN. A la izquierda,"Robert Masmines" (antes 1430) Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. A la derecha, "Retrato de hombre" (1400-1410) National Gallery, Londres.


Campin representa a todos sus modelos de busto, mirando a izquierda o a derecha y ocupando prácticamente toda la superficie del cuadro, de manera que apenas si queda espacio entre la cabeza y el marco. Es una manera de excluir todo aquello que no es esencial, y centrarnos en lo que lo es, el individuo.


JAN VAN EYCK. Hombre del turbante rojo (1433) National Gallery, Londres


Será Jan Van Eyck, el pintor más importante de Flandes en el siglo XV, quien lleve el retrato a sus cotas más elevadas. Entre su importante produccción presenta un gran interés, el "Hombre del turbante rojo", que para numerosos investigadores pudiera tratarse de un autorretrato del célebre pintor. De ser cierto, se trataría del primero en el ámbito de la pintura flamenca. Los historiadores se valen de ciertos indicios. Se sabe que Van Eyck había pintado su retrato, y en el célebre "Matrimonio Arnolfini" uno de los personajes reflejados en el espejo lleva un turbante rojo, al igual que en el reflejo de San Jorge de la "Virgen del canciller Van der Paele". En cualquier caso, es el primer retrato flamenco que nos mira directamente a los ojos, y esa será, con el tiempo, una de las características del autorretrato.

Para comprender mejor la forma de trabajar el retrato por Van Eyck, y quizás también por otros pintores, contamos con un documento excepcional. Para elaborar el retrato del Cardenal Albergati, Van Eyck realizó primero un dibujo del mismo, junto a él el pintor hizo una serie de anotaciones en las que apuntaba los matices de color que advirtió mientras lo tomaba: gris ceniza ocre, marrón rojizo, muy pálido, púrpura blanquecino, etc.. Cuando vemos el resultado final, plasmado años después en el retrato, comprobamos como se hizo siguiendo esas instrucciones de manera rigurosa.



JAN VAN EYCK. A la izquierda, dibujo de "Cardenal Niccolo Albergati" (1431 ó 1435), Staatliche Kunstsammlungen, Dresde. A la derecha, "Cardenal Niccolo Albergati" (1438), Kunsthistorisches Museum, Viena.


Los pintores más jóvenes, continuaron profundizando en el camino iniciado por Campin y Van Eyck, los precursores. Uno de los mejores fue Roger Van der Weyden, que inauguró un nuevo subgenéro, el retrato de devoción, que presenta como un díptico con la Virgen y el Niño a la izquierda, y el retrato de un hombre rezando a la derecha. Aunque posteriormente estos dípticos se desmontaron, siguieron conservando sus diferentes partes. Suponen la culminación de obras anteriores, como la Virgen del Canciller Rolin o la Virgen del Canónigo Van der Paele, ambos de Van Eyck.



ROGER VAN DER WEYDEN. Antonio de Borgoña (1461), Museos Reales de Bellas Artes, Bruselas.


Los retratos de ese extraordinario pintor que fue Van der Weyden, son inolvidables: "Sus rostros y dedos son siempre alargados y delgados, su mirada tranquila y concentrada, y tienen un aspecto digno y ausente a la vez. Sin embargo, la morfología de cada rostro es muy diferente. El factor común es que Rogier ha eliminado de todos los rostros los detalles "inútiles", aunque verdaderos, y sólo ha conservado las características esenciales. Estos retratos no son descripciones, como los de Van Eyck, sino interpretaciones" (T. Todorov, Elogio del individuo. Ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento).

En los retratos de Van der Weyden, los individuos quedan reducidos a su esencia. Al igual que solía hacer Van Eyck, suele colocar algún atributo que sirve para identificar al personaje: un anillo, un clavel, un rollo de papel, o una flecha, como en el retrato que reproducimos aquí.

Otro de los grandes retratistas flamencas fue Petrus Christus, que sigue sobre todo el camino trazado por Van Eyck. Hasta ahora, los retratos solían tener un fondo neutro y abstracto, que no permitían situar al personaje en un espacio concreto, es él quien empieza a detallar ese espacio concreto, un rincón de una sala, las molduras de madera en una pared, una ventana, un cuadro sobre la pared. etc.





PETRUS CHRISTUS. A la izquierda, "Retrato de mujer joven" (1470), Staatliche Museum, Berlín. A la derecha, "Retrato de hombre joven" (1460), National Gallery, Londres.



HANS MENLING. Retrato de hombre joven delante de un paisaje (1480), Galería de la Academia, Venecia



El último de los grandes retratistas flamencos de esta época fue Hans Memling, que aunque nació en 1440 en Alemania, pronto se trasladó a Flandes. Pintó más de treinta retratos y gozó de una gran fama. Una de las razones que debió influir poderosamente en su éxito, además de su indudable talento, es la buena presencia que otorga siempre a sus modelos, como si el pintor les ayudase a parecerse a quienes les hubiera gustado ser y no tanto a quienes eran en realidad. Memling, por tanto, se aparta ligeramente del gusto realista de Van Eyck o Campin, e idealiza hábilmente sus retratos, suavizando los rasgos propios del retratado, para hacerlos más agradables y elegantes.

Parece ser que fue Memling el que inauguró un formato de retrato destinado a tener luego un gran éxito. En ellos, el individuo ya no está en un interior más o menos identificable, ni ante una ventana que nos abra el paisaje, sino en el mismo paisaje.

Para acercarse más en profundidad a este tema, aparte de ver las magníficas galerías de retratos que podeis encontrar en las tantas veces citadas páginas de Web Gallery of Art y Ciudad de la Pintura, entre otras, os recomiendo encarecidamente la lectura del libro de Tzvetan Todorov, "Elogio del individuo. Ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento", del que he tomado la mayoría de las notas para redactar este artículo.

2 comentarios:

Duncan de Gross dijo...

Genial, no conocía a Robert Campin, gran post!!

Alberto_p dijo...

Leí hace tiempo que el naturalismo de la pintura y la escultura flamenca del s.XV proviene tambien de la idea que era una forma de expresar la obra de Dios, por tanto, tendría tambien una justificación filosófica y teologica, Tambien se representaba a Dios como artesano y era una forma de adorar a él a traves de la imitación y comprensión de su obras (bacon y San Alberto Magno)

Te recomendaría un libro sobre el uso de la óptica en el arte y como esta influyo en la conquista del naturalismo "EL CONOCIMIENTO SECRETO" de David Hockney, DESTINO, 2001. Hay algunos de los cuadros que pones y demuestra de forma empírica la forma en que se hicieron con el uso de cámaras oscuras y ópticas

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